Errores del calvinismo frente a las escrituras - 3. La Gracia

LA GRACIA DE DIOS

El concepto de la gracia

Es extraordinario que el hermoso concepto de la gracia de Dios llegue a inspirar terror, por considerarse como una fuerza irresistible y arbitraria que llevará a algunos a la gloria y pasará por alto a otras almas, dejándolas sumidas en la perdición. La pequeña palabra "charis" de los griegos (un don, un favor y hasta un saludo) se eleva en el Nuevo Testamento a sublimes alturas, ya que representa todas las operaciones de Dios, al solo impulso de su amor, sin mérito de parte del hombre, que obran para la redención de los hombres y para sacar a la luz la Nueva Creación donde morará la justicia y el amor (segunda de Pedro._3:13; primera a Corintios._13:13). Los términos teológicos de la dogmática reformada oscurecen el hecho bíblico de que la gracia de Dios opera a favor de todos los hombres, sobre la base de la Obra de Cristo de alcance universal, de modo que los perdidos lo son porque se han opuesto a sus benditas operaciones según la necesaria libertad moral del hombre que examinaremos después. ¡Cómo resplandece la gloria de la gracia y del amor de nuestro Dios —Padre de nuestro Señor Jesucristo— en el hecho de que amó de tal modo al mundo de los hombres, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree tenga vida eterna! ; Cómo se revela el horror del pecado cuando vemos que la Luz salvadora ha venido al mundo, pero "los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas"! (Juan._3:18-20). "La Luz verdadera era la que, entrando en el mundo, alumbra a todo hombre" (Juan. 1:9). Dios, en su gracia, "quiere que todos los hombres sean salvos y que vengan al conocimiento de la verdad" (primera a Timoteo2:4) : palabra revelada y firme que define bíblicamente la operación de su voluntad (comparece. Mateo._18:14; Ezequiel._18:23 , etc.). Si los hombres se pierden, pues, es porque resisten la gracia, que, por ende no puede ser irresistible. Al considerar el estado del hombre caído veremos que, efectivamente, le es imposible la salvación aparte de las operaciones de la gracia, obrando éstas no sólo en el plano histórico de la Obra de la Cruz, sino subjetivamente, en el corazón, que necesita el auxilio divino para comprender lo que es el pecado a fin de arrepentirse y poner su fe en el Salvador; pero las Escrituras están llenas de ejemplos de hombres que han sido objeto de las operaciones de la gracia de Dios y se han perdido, pecando contra el Espíritu Santo (Génises_6:3; Mateo_7:22-23; Mateo_12:29-32). Dios se declara frecuentemente, frente a los hombres, como el Dios imparcial que "no hace acepción de personas; sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia, le es acepto" (Hechos10:34-35; comparece. Romanos_2:2-16).
Las Escrituras no saben nada de los adjetivos que los teólogos han añadido al sublime término gracia, que abarca todo el auxilio divino que el Dios de amor presta al hombre con el fin de salvarle, manifestándose la gloria de Dios precisamente en esta obra, que haya una bella ilustración en la parábola del Buen Samaritano. Los diversos hilos de este sublime tema se entrelazan de tal modo que no podemos por menos que ver la gracia de Dios en relación con la voluntad del hombre —véase abajo— haciendo constar nuestra convicción de que —según las Escrituras— el hombre es incapaz de salvarse a sí mismo, pero, a la vez, puede "dejarse salvar"; o, alternativamente, puede despreciar la gracia divina confirmando su propia perdición.

La  gracia  en  el  Antiguo Testamento

Es evidente aun por una lectura rápida de las Escrituras que Dios se revela a los hombres de distintas maneras a través de las épocas de la Historia, y de ahí nace el concepto de "dispensaciones" o de "administraciones", cada una de las cuales lleva su característico sello. Pensemos en la época pre diluviano, en la que media entre el Diluvio y el llamamiento de Abraham, en los cambios introducidos por este momento crucial, en la época legal, en la monarquía davídica, en el Advenimiento de Cristo. Pero se trata de la variada "administración" de una sola gracia, según la definición que ya adelantamos, y los factores fundamentales de las relaciones entre Dios y el hombre —la operación de su gracia y las reacciones de los hombres frente a ella— son constantes a través de los siglos. Lo que da consistencia al plan de Dios y hace posible la proclamación del Evangelio en todos los tiempos es el hecho de la Cruz considerado como un propósito de la gracia de Dios, determinado antes de los tiempos de los siglos, y manifestado históricamente por la muerte expiatoria de Cristo en el Gólgota en la consumación de los siglos (Hebreos._9:26). En este sentido "El Cordero fue inmolado desde el principio del mundo" (Apocaplisis13:8 comparece. Primera de Pedro._1:18-21) y Dios pudo "pasar por alto en su paciencia los pecados pasados" bien que la justa base de su gracia no fuese manifestada hasta consumarse la Obra de la Cruz en el marco histórico (Romanos3:25-26). Abel, Enoc, Noé, Abraham y David son ejemplos destacados de muchísimos hombres sumisos de corazón, hombres de fe, que hallaron perdón, vida y justificación a pesar de ser pecadores. La base fue la propiciación ya determinada. Los medios son el arrepentimiento y la fe, como en todas las épocas.

Pablo halla una manifestación típica de la gracia en-27  las promesas que Dios dio a Abraham, confirmadas por el pacto que se describe en Gen cap. 15. El pacto fue otorgado por Dios, siendo unilateral e incondicional. Por lo tanto, razona Pablo, no puede ser abrogado por el pacto posterior de la Ley, y su aplicación depende sólo de la actitud del corazón de Abraham y de sus descendientes. La sumisión y la fe de ellos no constituyen obligaciones y entregas que corresponden a lo que Dios aporta, sino sólo la actitud de corazón que renuncia a todo esfuerzo propio para recibir lo que la gracia de Dios provee, que es la totalidad de la obra. De eso depende el desarrollo de todo el argumento de Pablo, tanto en romanos. Capitulo. 4 como en Gálatas capitulo. 3 (véase especialmente Gálatas._3:6-26).

El salmo 32 —cuyos versículos 1 y 2' cita Pablo en Romanos._4:7-8— es típico de la actitud del israelita piadoso que confiesa el pecado por el cual ha infringido la Ley, hallándose bajo su condenación, pero todavía tiene la seguridad de que su transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado. ¿Cómo podía ser eso bajo régimen legal? La verdad es que las disciplinas de la Ley no abrogaron las promesas hechas al hombre de fe, y que la Cruz, el hecho central de la Redención, se revelaba en medio de Israel, simbólicamente, por el sistema de los sacrificios, de modo que el justo siempre vivía por su fe (Hebreos_2:4, citado en Romanos._1:17; Gálatas_3:11; Hebreos_10:38). Por eso Pablo declaró que la justificación es "aparte de la Ley (de Sinaí)" y a la vez "testificada por la Ley (Pentateuco) y por los profetas" (Romanos3:21). Los piadosos del Antiguo Testamento no se salvaban por una obediencia parcial de la Ley de Sinaí, pues bastaba un solo pecado para colocarles bajo la maldición de ella (Gálatas_3:10-12; Santiago_2:10-11), sino por su actitud de sumisión y de fe frente a la revelación que habían recibido. La gracia divina fue aprovechada por quienes esperaban en Jehová, andando en humildad de espíritu (véase la hermosa declaración de Isaias_57:15). Fue desechada por los contenciosos que despreciaban "las manos extendidas" de Dios (Isaias_65:1-3).

Las declaraciones de los profetas consisten en gran parte de invitaciones al arrepentimiento como condición previa para recibir las abundantes bendiciones que Dios, en su gracia, quería derramar sobre el pueblo. ¿No raya en la blasfemia pensar que Dios mismo "extendía sus manos" en tierna súplica ante personas que El mismo había preterido, determinando su condenación, desde antes de los tiempos de los siglos? El siervo de Dios puede ignorar el decreto de Dios y proceder, sobre el supuesto de que, invitando a todos, los elegidos responderán —aunque no es así como hablan las Escrituras—, pero esas razones no pueden aplicarse a Dios, ni a Cristo, el Dios-Hombre, quienes también invitan a todos.

La gracia de Dios en los Evangelios

"La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Juan1:17) : principio que no desestima las operaciones de la gracia en el Antiguo Testamento, sino que señala la plena manifestación de la gracia en la persona y obra de Jesucristo. Lo que los piadosos entendían "en enigma" durante el régimen anterior, llegó a destacarse con toda claridad en el ministerio terrenal de Cristo, en la entrega de sí mismo como Sacrificio en la Cruz (siendo a la vez víctima y sacerdote) y en el glorioso triunfo sobre el pecado y la muerte "por el cual sacó a luz la vida y la inmortalidad".

Habiendo notado ya que la voluntad de Dios se da a conocer por medio de las obras de misericordia del Cristo —que alcanzaron a todos aquellos que acudieron a Él o a aquellos que se hallaban en su camino, con la sola excepción de los incrédulos—, nos basta notar que todo el ministerio terrenal de Cristo es una cumplida manifestación del abundante fluir de su gracia. De la manera en que el Reino de Dios se había acercado a los hombres en su Persona, la gracia —el favor redentor inmerecido— "vino" por medio del Cristo y se manifestó en cada obra de sanidad y de bendición. La obra máxima es la de la Cruz, resultando de todo ello que "el evangelio es la gloria de Cristo" y éste es "la imagen —la exacta expresión— de Dios" (segunda a Corintios4:4 y segunda a Corintios_4:6). Si nos hacemos "niños", volviendo a acompañar al Cristo en la casa de Simón (Lucas_7:36-50), en la puerta de Nía (Lucas_7:11-17), debajo del sicómoro de Jericó (Lucas_19:1-10) Mateo 15: 21 -28 y en tantos otros lugares donde se produjeron benditos encuentros entre su gracia redentora y la necesidad de los desvalidos y necesitados, no tendremos duda alguna sobre el significado del término gracia, pues la veremos en acción en la persona del Dios-Hombre, y estas revelaciones gráficas valen más que muchas alambicadas definiciones teológicas, pues en ellas se basan las conocidas palabras de Pablo: "Ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, quien por amor a vosotros, se hizo pobre, siendo rico y para que vosotros, por su pobreza, fueseis enriquecidos" (segunda a Corintios8:9). Muchas de las parábolas ilustran asimismo el principio de la gracia. El judío herido, auxiliado por el buen samaritano, no podía hacer nada para salvarse, ni tenía con qué pagar la ayuda prestada. Al contrario, dependía de su prójimo hasta para los gastos de la posada. La gracia pura resplandece en el samaritano caminante quien todo lo hizo por amor. El herido podía dejarse salvar y nada más. Los deudores de Mateo_18:23-27 y de Lucas_7:41-42 fueron perdonados presisamente porque nada tenían; su condición desesperada despertó la misericordia del acreedor. Por la parábola de los obreros de la viña (Mateo_20:1-16) aprendemos que es contraproducente hacer tratos legalistas con Dios, pues el que tal hace recibirá lo que corresponde a sus obras, mientras que el otro, aquel que todo lo deja a la bondad del Maestro, recibirá más de lo que podía pensar. En la historia de las bodas del hijo del rey (Mateo_22:1-14) se describen provisiones que bastan para todos, pero los primeros invitados rechazaron la amorosa invitación y recibieron luego el juicio merecido por su rebeldía. Entonces la invitación se extendió a todos aquellos que los siervos podían hallar por los caminos, pero en el incidente del vestido de boda se halla implícita una condición: la de revestir la prenda provista. El banquete llegó a ser para todos a condición de acudir a él y de despojarse de los trapos sucios con el fin de ponerse el vestido de boda. No podemos fundar doctrinas sobre parábolas, pero aquí reconocemos ilustraciones de gran valor que concuerdan exactamente con el cuadro general bíblico.

La gracia de Dios en Los Hechos

Típica manifestación de la gracia de Dios es el derramamiento del Espíritu Santo sobre los ciento veinte discípulos que formaron, a consecuencia de ello, el núcleo de la Iglesia. El don fue la obra culminante del Mesías glorificado (Mateo_3:11; Hechos1:3-5) y tuvieron participación en él, en olas sucesivas, todos aquellos que recibían la Palabra (Hechos_10:44 ; primera a Corintios12:13). Las manifestaciones del Espíritu Santo en la compañía de los santos se describe así en Hechos4:33 : "Y abundante gracia era sobre todos ellos" (comp. Hechos6:8). El mensaje predicado por los Apóstoles era "el evangelio de la gracia de Dios", equivalente a la proclamación "del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo" (Hechos20:21 y Hechos20:24), y la gracia de Dios prestaba poder al testimonio que daba lugar a la fundación de nuevas iglesias (Hechos11:23). Todo el libro nos muestra la gracia de Dios en acción al extender el Evangelio por vastas regiones desde el año 30 hasta el 62 despues crito.

La gracia de Dios en las Epístolas

Las doctrinas cristianas no se presentan en las Epístolas como en las secciones —cuidadosamente ordenadas— de nuestras dogmáticas, sino que surgen de las necesidades de iglesias y de individuos durante la era apostólica. Un examen de la doctrina de la gracia desde Romanos a Judas necesitaría un volumen para su debido desarrollo, pero eso no anula el valor de la mención de sus características más destacadas.

El régimen de gracia.—El apóstol Pablo habría estado muy de acuerdo con la declaración de Juan, que ya notamos : "La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Juan1:17). En dos versículos consecutivos (Romanos_6:14-15) Pablo insiste en que nosotros, los creyentes, no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia, y todo intento de diluir la antítesis paulina entre la gracia y la Ley tiende a desvirtuar sus típicos argumentos. Pablo escribía siempre con el problema judaico delante, y ya se sabe que los judíos intentaban salvarse acumulando obras legales. (Véase el maravilloso análisis de Romanos_10:3 en su contexto.) Frente a este sistema legalista, frente a los esfuerzos humanos, señala la fe que une el alma con Cristo; frente a la carne —en todas ¡sus manifestaciones— presenta la obra del Espíritu Santo. Para él hay personas que son (de la sustancia de la ley y de sus obras) que procuran basar toda su vida en la Ley y en sus méritos legales ; éstos son en todo contrarios a quienes son e tés pístelos (de la sustancia de la fe) por esperar solamente en Cristo. En el régimen de gracia, la fe real y vital del creyente permite el abundante fluir de las bendiciones del Cielo, lo que no nos excusa diligencia al aprovechar los medios de gracia. La Ley nos instruye en justicia, conjuntamente con toda Escritura divina (segunda a Timoteo_3:16-17), pero ahora ha de entenderse a la luz de la Obra consumada de la Cruz, de la potencia de la Resurrección y del descenso del Espíritu Santo. Nadie tiene derecho de amañar los clarísimos argumentos de romanos. 3:21-4:17; Romanos_7:1-14; Romanos_8:1-4; Gálatas. 3:6-4:25; segunda a Corintios_3:6-18 en los intereses de teoría alguna. El advenimiento del Cristo introdujo de forma manifiesta el régimen de gracia, y el "hayo" de la Ley pudo retirarse (Gálatas_3:24-25). Pablo nunca contrasta la gracia con el arrepentimiento y la fe, sino que los ve como cara y cruz de un mismo asunto; el contraste que se establece es siempre entre la gracia y la fe por una parte, y la Ley y las obras por otra.

El propósito de la gracia

"Dios... nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo antes de los tiempos de los siglos" (segunda a Timoteo1:9, comp. Efesios_1:3-14; primera de Pedro_1:18-22). Como señalamos en otros lugares, debemos limitarnos a notar las expresiones bíblicas al hablar de los misterios de la voluntad de Dios antes de los tiempos de los siglos. Frente al propósito de crear el hombre y frente al misterio del mal, el Trino Dios formuló un propósito de gracia que se centró únicamente en el Hijo y se proyectó para la salvación de los hombres según los términos del Evangelio, que también fueron ordenados por Dios. La idea de decretos cuadraba bien con el lenguaje legal de un abogado del siglo XVI, pero aquí se habla de un propósito de gracia y debemos tener cuidado de no permitir que nuestras propias metáforas nos lleven inconscientemente más allá de lo escrito. Es cierto que Dios vio a los salvos en Cristo desde antes de la fundación del mundo y que los escogió para ser santos y sin mancha en Cristo según el glorioso propósito de su gracia. Esto es lo que la Palabra nos asegura. No puede haber conflicto entre el propósito en sí y el medio que Dios escogió para llevarlo a cabo, o sea, la predicación del Evangelio a toda criatura, con la oferta de la vida eterna a todo aquel que cree.

La gracia manifestada

"Ahora ha sido manifestado (el propósito de gracia) por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio" (segunda a Timoteo1:10). "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres" (Tito2:11). No hace falta insistir más en el hecho de que el escondido propósito de gracia llegó a ser un hecho histórico en la Persona y Obra de Cristo, quien quitó el pecado y la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad. Tito2:11 declara que la manifestación de esta gracia interesa a todos los hombres: no que todos serán salvos sino que sólo los rebeldes, los contenciosos e incrédulos se excluirán de los beneficios de una Obra de infinito valor y de alcance universal. En un capítulo sobre la Cruz de Cristo, desarrollamos más ampliamente este tema de fundamental importancia, de modo que basta aquí señalarlo como la manifestación más típica de la gracia de Dios, piedra angular que sustenta todo lo demás.

La salvación y la justificación por la gracia

La Obra total de salvación es tan vasta y polifacética, que los autores inspirados fueron guiados a presentarla bajo las metáforas de salvación, redención, justificación, reconciliación, regeneración, etc.; pero las muchas facetas de un diamante no destruyen la unidad de la preciosa piedra, sino que multiplican el brillo de lo que es única y perfectamente un solo diamante. Quizás en el Cielo se empleará algún "nombre huevo" que exprese en lenguaje celestial la totalidad de la Obra de la Cruz, pero, mientras tanto, hemos de examinar las metáforas sin perder de vista que son expresiones parciales de una verdad total. Sin duda alguna la gracia es la fuente de toda bendición que Dios derrama sobre los creyentes, pero se enlaza formalmente con los conceptos de salvación y de justificación.

Salvos por gracia. Efesios_2:1-10 es el locus clásico que demuestra la terrible condición del hombre caído, pasando luego al bendito y dramático contraste de los vs. Efesios_2:4-8 : "Empero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con él nos resucitó... porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." Notemos que la misericordia (igual a gracia aquí) brotó espontáneamente de su gran amor. No se dice nada de la necesidad de un cambio místico en la condición del pecador por la operación de la gracia irresistible para que pudiese creer, sino que se resalta y se reitera que los beneficiarios estábamos muertos en delitos y pecados. La vida llega a nosotros gracias a nuestra unión por la fe con Cristo resucitado, quien ya había quitado el pecado. La gracia es la bendita y única fuente de salvación, que se recibe por medio de la fe en marcado contraste con las obras. He aquí el punto que enfatiza el Apóstol. "Y esto no de vosotros" (v. 8) no se refiere a la fe, sino al proceso de salvación que Pablo describe. El tema es el de la salvación que brota de la gracia de Dios, al impulso de su amor, y que se ha de recibir por la fe, siendo vanas las obras. "Esto", siendo neutro de género tanto en el castellano como en el griego, resume "sois salvos" (este sesos-meno), ya que "fe" (pistas) es sustantivo femenino. En otro lugar postulamos precisamente el auxilio del 

Espíritu Santo en todos los aspectos de la salvación, pero, en vista del mal uso que se ha hecho del v. 8, notamos aquí el sentido exacto según los cánones de una buena exégesis.
Justificados por la gracia.—Según los capitulos. 3 a 5 de Romanos, todos los hombres son reos y culpables delante de Dios, habiendo pecado tanto contra la luz de la naturaleza como contra la de la Ley. No les espera más que la sentencia de una condenación eterna aparte de "una justicia" que Dios provee en su gran misericordia. Procede esta justificación de la abundante fuente de su gracia, pues, somos "justificados gratuitamente por su gracia" (Romanos3:4), hallándose la misma frase en Tito3:7; está establecido firmemente sobre el fundamento de la propiciación, ya que la vida de infinito valor del Dios-Hombre ofrecida en sacrificio expiatorio en la Cruz, satisface plenamente todas las demandas de la justicia del Dios santo y justo (Romanos3:25-26; 1Juan2:2; Hebreos9:26) ; es recibida por la fe que renuncia a todo esfuerzo humano para descansar totalmente en Cristo (Romanos_3:25; Romanos5:1; Romanos4:1-8). Esta fe establece una unión vital entre el creyente y Cristo, de modo que Dios no sólo nos da la vida, sino también la justicia, "juntamente con Cristo,,, quien "nos es hecho justificación" (primera a Corintios1:30). Hemos de rechazar toda idea de una mera "declaración de justicia" independientemente de la unión con Cristo que los teólogos romanos, con razón, califican de "ficción legal', pues el Dios de verdad no declara nada que no sea un hecho real. La fe "de entrega" nos une vitalmente con Cristo, quien cumplió la sentencia por su muerte y resucitó para demostrar el hecho: "el cual fue entregado a causa de nuestras transgresiones y resucitado a causa de nuestra justificación" (Romanos4:25, 

El resumen de Tito_3:1-7.—Ya hemos notado que, según Tito2:11, la gracia de Dios fue manifestada para salvación a todos los hombres (traducciones alternativas son: "fue manifestada, trayendo salvación a todos los hombres", o, "fue manifestada a todos los hombres, trayendo salvación"), con una indicación ineludible del alcance universal de revelación y de salvación en sentido "potencial. También hemos citado Tito3:7 que reitera la doctrina de romanos y Gálatas sobre la justificación por la gracia. Pero todo el pasaje Tito3:4-7 gira alrededor del tema de la gracia y es preciso considerar sus componentes con mentes libres de la influencia de presuposiciones de ciertos sistemas teológicos. El versiculo. 4, con el primer movimiento del versiculo. verciculo 5, vuelven a insistir en la manifestación de la bondad de Dios nuestro Salvador (bondad aquí equivale prácticamente a gracia) al impulso de su amor. "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia", y vuelve a plantear el típico contraste paulino entre obras de justicia, producto del esfuerzo para cumplir la Ley, y la gracia (misericordia) de Dios que realizó la obra de salvación en la Persona de su Hijo por su propia iniciativa, sin que hubiera habido motivo alguno en el hombre caído que la provocara. "Por el lavamiento de la regeneración y por la renovación de (o por) el Espíritu Santo." Hemos de rechazar todo concepto de "lavacro" como "acto bautismal" que produce la regeneración por el llamado sacramento del bautismo, como algo contrario a toda la revelación del Nuevo Testamento. Tampoco hemos de suponer un sentido especial para la "regeneración" sino, en buena exégesis, hemos de entender el término a la luz de los pasajes que hablan del nuevo nacimiento, en el que la semilla de la Palabra, al ser recibida por la fe, se vivifica por el Espíritu Santo, dando lugar a la nueva naturaleza del "engendrado de Dios" (véase versiculo8 l capítulo "Regeneración" y más abajo "La recepción de la gracia", notando especialmente Juan_1:12-13; Juan_3:3-8; primera de Pedro_1:23-25; Romanos_10:17). Nuestro pasaje, pues, no hace más que reiterar el tenor general de las Escrituras al declarar que somos salvos no por obras, sino por la gracia de Dios, coincidiendo la salvación con la regeneración y la renovación obradas en nosotros por el Espíritu Santo, que producen una limpieza al transformar nuestra naturaleza, haciendo que seamos hijos de Dios. Los regenerados son también los justificados por la gracia, herederos de la vida eterna, y disfrutan en abundancia de la presencia y del poder del Espíritu Santo. Es un caso típico de la necesidad de enfocar la luz de los pasajes de clara doctrina sobre términos que han de ser entendidos dentro de la perspectiva general del Evangelio, sin que se inventen definiciones para "regeneración" o para "lavamiento" que carecen de todo apoyo en otras Escrituras. Por la interpretación partidista de "lavamiento" o "lavacro" se llega a la herejía de la regeneración bautismal. Por la interpretación igualmente partidista del término  "regeneración",  se llega al concepto calvinista de la implantación de una nueva vida producida en los elegidos por la operación de la gracia irresistible, anteriormente al arrepentimiento y la fe, concepto también ajeno al conjunto de las enseñanzas bíblicas.

La recepción de la gracia

Nadie que haya leído con cuidado el Evangelio de Juan y las Epístolas a los Romanos y a los Gálatas (escritos que están conformes con el conjunto total del Nuevo Testamento) puede negar que tanto el Maestro como los Apóstoles insisten siempre en que el perdón y la vida que la gracia de Dios provee y ofrece en el Evangelio han de ser recibidos por el arrepentimiento y la fe sincera. Si no fuera por ciertas presuposiciones teológicas, nadie podría deducir del texto de los Evangelios, de Los Hechos y de las Epístolas que los receptores del mensaje de la gracia fuesen incapaces de arrepentirse y creer en Cristo. El que se arrepiente declara su propia nulidad delante de Dios; el que cree en Cristo manifiesta que no tiene otro apoyo alguno, ya que carece de méritos personales y no ve en parte alguna un descanso para su alma sino en el Dios-Hombre, el Salvador. 

Reiteramos la verdad que es evidente en todas partes: las Escrituras siempre enfrentan los esfuerzos legales y carnales con el arrepentimiento y la fe, y el que abandona aquéllos se acoge a Cristo por medio de éstos, hallándose aquí la esencia del Evangelio. Juntar el arrepentimiento y la fe con las obras humanas, como si la sumisión de fe entrañara algún mérito humano, es falsificar el típico contraste de las Escrituras. Las invitaciones evangélicas se dirigen a los hombres como son, perdidos en sus pecados, y los que se humillan y reconocen su peligro se allegan a Cristo y son salvos. Juan_1:11-13 nos hace ver que muchos rechazaron aquella luz verdadera que, viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre: "mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. ¿Cómo se atreven algunos a cambiar el orden de esta sublime declaración fundamental? No acudieron a Cristo porque habían sido regenerados anteriormente por gracia irresistible, sino que fueron regenerados precisamente a causa de haberle recibido.

Los Evangelios sinópticos empiezan por el mandato de creer el Evangelio, que presupone la capacidad de responder al mensaje. "Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios diciendo: El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos1:14-15). Los términos no cambiaron después del descenso del Espíritu Santo. Los compungidos de corazón se acercaron a Pedro con la pregunta: "Varones hermanos, ¿qué haremos?" Pedro les dijo: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo... así que los que recibieron su palabra fueron bautizados" (Hechos2:37-38, Hechos2:41). Ya hemos visto que Pablo identificaba la predicación del Evangelio de la gracia de Dios con el anuncio de la salvación por medio del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo (Hechos_20:21 y Hechos_20:24).
El orden de la recepción de la gracia de Dios se establece muy claramente en Efesios. Capitulo. 1, que tanto se cita (y con razón) en cuanto a la elección de los santos. "En quien (en Cristo) también vosotros, después de haber oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y de haber creído en Cristo, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido, quien es las arras de nuestra herencia..." (Efesios_1:13-14, Vers. Hispa. Em., que traduce exactamente el griego). Primero es oír la Palabra, después creer en Cristo y entonces ser sellados por el Espíritu Santo. Nadie tiene derecho de cambiar este orden que es corriente y normal en todo el Nuevo Testamento.

Arriesgando alguna repetición, quisiéramos dar satisfacción al hermano que citara Juan_6:44 (véase también Juan_6:37 y Juan_6:39) : "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero". Todos los creyentes "bíblicos" están de acuerdo en que toda la obra de salvación es de Dios y que el pecador necesita el auxilio de la gracia divina para comprender lo que es el pecado y acudir a Cristo (Juan_16:8-11). Es natural, pues, que algunos textos subrayen esta obra fundamental del Padre que hace posible la recepción de la gracia, especialmente en la presencia de personas quienes, a causa de su incredulidad frente a Cristo, dificultaban la labor del Espíritu quien convence del pecado. Pero cualquier lector del Evangelio según Juan puede comprobar que este énfasis se da en contadísimos textos, mientras que el llamamiento a "todo aquel que cree" o a "quienes tienen sed" se halla por doquier. No se ha de anular la tremenda responsabilidad humana frente al llamamiento evangélico enfatizando indebidamente los pocos textos que señalan que todo es de Dios. También es muy natural que el conjunto de los fieles sean considerados como un precioso "don" que el Padre da al Hijo quien llevó a cabo la obra redentora; pero este aspecto consolador de la obra total no puede citarse para anular miles de textos que dirigen llamamientos y avisos a los hombres que pueden aceptar la salvación por fe o rechazarla con incredulidad para su eterna condenación.

Las Escrituras revelan "la gloria de la gracia" de nuestro Dios, manifestada plenamente en Cristo y en su obra. No hemos de permitir que postulados teológicos conviertan "la gloria de su gracia" en "el terror de su gracia". Que el lector repase el vocablo en una buena concordancia, considerando el contexto de la gracia divina en cada caso. No hallará nada arbitrario, ni nada que le espante, sino una revelación de "las riquezas de su gracia" a la disposición de todo alma humilde que invoque su nombre.

Es la sublimidad del amor total revelado en el Evangelio que evoca la respuesta afirmativa del alma sumisa. "Es este gran Evangelio —escribe el Dr. James Penney— que es apto para ganar almas; es este mensaje de un amor que lleva y expía el pecado que se ofrece para ser recibido,, tomando toda la responsabilidad del pecador sin condiciones ni preludios, si únicamente se abandona a la oferta. Sólo la predicación de una salvación completa ahora, como nos declara Desleí ¿ y quién le gana a él en experiencia? , lleva en sí la promesa de avivamiento" 

La gracia eficaz en la vida diaria

"Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (primera a Corintios1:3). He aquí la bendición que Pablo solía pronunciar al dar principio a sus cartas apostólicas, pues la misma gracia que ideó y realizó la sublime obra de la redención en Cristo, está a la disposición de todos los creyentes en su testimonio, servicio, luchas, pruebas y oportunidades. La paz siempre acompaña a la gracia, pues si el cristiano se da cabal cuenta de que Dios obra en su favor al impulso de su amor, se hallará libre de la agitación de las luchas carnales y estériles. Pablo se consideraba como "el más pequeño de los Apóstoles" porque persiguió la Iglesia de Cristo, pero añade: "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos" (primera a Corintios15:9-10). En todas las circunstancias de la vida el Señor nos asegura: "¡Bástate mi gracia!" (Segunda a Corintios12:9) y la mayor tragedia de la vida cristiana es "recibir en vano la gracia de Dios" por no redimir el tiempo (segunda. a Corintios_6:1-2). La oferta es permanente, y el sublime don de Dios no puede ser anulado sino por el descuido, la frialdad o la rebeldía del hombre: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros, ¡Amén!" (segunda a  Corintios13:14).

La plena manifestación de la gracia

El tema del Apocalipsis es el triunfo de la gracia que saca  a luz la gloria y la plena bendición de la Nueva Creación. Según Efesios_2:5-7, nuestra resurrección espiritual con Cristo obedece al propósito de Dios de colmar a los fieles de infinitas bendiciones en los siglos venideros: "para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús". Dios mismo buscará los medios para sacar a luz facetas abundantes de su gracia que irán siempre en aumento. Entonces no existirán los estorbos del mal y el favor y la bondad de Dios para con los redimidos en Cristo no conocerán límite alguno. Si "la gracia reina por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo" ahora (Romanos5:21), ¿cuál no será su reinado cuando llegue la consumación del siglo de los siglos?






Errores del calvinismo frente a las escrituras - 2. El libre albedrío

El libre albedrío

El hombre y su albedrío

Se reconoce universalmente que la personalidad humana depende de la facultad de escoger entre dos cursos de acción, llegando a decisiones, que se convierten en actitudes y obras por las cuales el hombre, como tal, es un ser responsable de sus actos. Se disciernen dos fases en el libre albedrío: la selección y la volición. La razón determina la selección, y la volición es el esfuerzo de voluntad para conseguir el objetivo. El Dr. Griffith Thomas observa: "Voló ergo sum" (quiero, por lo tanto soy) es una declaración evidentemente más certera que "Cogito ergo sum" (pienso, por lo tanto soy). La libertad llega a ser el hecho primordial". Seguidamente el gran teólogo cita a Illingsworth (Personality Human and Divine) a este efecto: "La libertad es un tema que, en un razonamiento, no admite un juego de manos evidencia en sí mismo; en todo intento de eludir su existencia puede mostrarse que implica una petitio principii". Un ser humano incapaz de ejercer su libre albedrío tendría que ser recluido en un hospital mental, pues en manera alguna podría vivir entre sus semejantes, dentro de la sociedad humana normal.

El libre albedrío en el hombre caído

Evidentemente tanto las Escrituras como la experiencia enseñan que hay una marcada diferencia entre el libre albedrío del hombre antes y después de la Caída. El hombre caído siente la tentación como una fuerza de gravitación que le lleva moralmente cuesta abajo. Las Escrituras señalan la concupiscencia (los malos deseos) como elemento determinativo en el ser humano, y si bien Agustín y otros concedían demasiada importancia que baraje confusamente las cartas. Es al deseo sexual en su definición de la concupiscencia, el terrible hecho de los deseos humanos pervertidos existe, no sólo en la falta de control del deseo sexual, sino también en el deseo de conseguir todo cuanto agrade al "yo", con desprecio de la voluntad de Dios y el bien del prójimo. La concupiscencia es algo propio del sistema del "mundo" que el diablo organizó al derrotar al virrey de Dios en la tierra: "Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Juan 2: 16; comp Santiago 1:13-15). El que cede a la tentación y practica el pecado, llega a ser esclavo del pecado (Juan 8 :34), no pudiendo romper las cadenas de las malas costumbres, aun cuando llegan a serle aborrecibles. En esta esclavitud moral se halla, después de la Caída, todo ser humano sin excepción, "por cuanto todos pecaron", impulsados por las tendencias pecaminosas heredadas de Adán.
Ahora bien, el Espíritu Santo "convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16: 8-12) algo único que lleva como parte primordial de su misión en la tierra, y no hay razón bíblica ni experimental para declarar que el hombre caído no puede admitir estas santas operaciones —las principales de la gracia en la esfera subjetiva— al efecto de aborrecer el pecado y desear la liberación en Cristo. El Espíritu, en su acción reveladora y vivificadora, no obra de forma arbitraria, desvinculada de la voluntad del hombre, regenerándole primeramente para que pueda luego desear el bien  y arrepentirse, sino que convence al pecador de su estado de pecado en el mundo. Antes de ser redimido, el pecador ha de preguntar con todas las ansias de su alma: "¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?" Por desgracia, muchos sienten deseos y no llegan a apropiarse de la salvación, pues ven lo que cuesta en términos de valores humanos, y no "arrebatan el Reino" (Mateo 11:12). ¿Acaso fue regenerado el carcelero antes de poder formular su célebre pregunta? Antes bien, ¿no se indica claramente que la fe es por el oír y el oír por la Palabra de Dios? (Romanos 10:17). Observamos que, iluminado y auxiliado por la grac la salvación como hombre pecador que comprendió su peligro, pero se salvó al recibir la Palabra de la Cruz. He aquí un ejemplo entre tantos otros registrados en la Escritura, Volveremos al tema al tratar de la predicación del Evangelio.

Deducimos, pues, que aun el hombre caído no pierde su personalidad, y si bien su naturaleza pecaminosa le arrastra hacia el pecado, puede admitir el auxilio de la gracia que le lleva al arrepentimiento y la fe. De nuevo citamos al Dr. Griffith Thomas: "El libre albedrío quiere decir la libertad del alma al hacer su elección, por la que determina una acción consciente. La doctrina de la voluntad —en cuanto a selección— es equivalente a la doctrina del hombre. En este sentido nuestra libertad es real, no siendo afectada por la Caída, y nuestro sentido de responsabilidad nos hace consciente de ella. Toda negación del libre albedrío en este sentido desemboca en el fatalismo o en el misticismo extremo". El contexto de esta cita muestra la realización de lo que se escoge, pues el pecador es impotente y necesita el auxilio divino para cualquier acto vocacional de obediencia a Dios, pero siempre será el hombre como tal el que lo admite.

Por otra parte, no entendemos las distinciones que hace el Dr. J. I. Packer al finalizar su artículo sobre la "Libertad" en el New Bible Dictionary . Bajo el epígrafe de "El Libre Albedrío" declara que: "Si se entiende la frase "libre albedrío" en sentido moral y psicológico, equivalente al poder de elegir sin impedimentos, espontánea y voluntariamente, entonces la Biblia siempre da por sentado que todos los hombres lo poseen, tanto los no regenerados como los regenerados". Sigue diciendo que hay también una libertad "metafísica" que se ejerce bajo la providencia de Dios. Luego añade: "Si la frase se entiende teológicamen te, para indicar una capacidad natural de parte del hombre sin regenerar para realizar actos que son buenos —sin distingos—i delante de Dios, o de responder a la invitaciónra que la facultad de escoger no basta para ia, deseó y pidió
evangélica, pasajes como Romanos 8:5-8; Efesios 2:1-10; Juan 6: 44, parecen indicar que nadie se halla libre para la obediencia y la fe hasta que sea librado del dominio del pecado por la gracia preveniente. Todas sus elecciones voluntarias son actos de servicio al pecado de una forma o de otra hasta que la gracia haya quebrantado el poder del pecado, llevándolo a obedecer el Evangelio". No entendemos cómo un ser humano puede ser libre y responsable moral y psicológicamente y luego, teológicamente, no poder aceptar el Evangelio, hecho que no tiene nada de meritorio, sino que es tan sólo el acto de extender la mano vacía —como mendigo espiritual— para que Dios la llene de su salvación completa. El subrayado es nuestro, para destacar la gran confusión de mezclar un hecho evidente —que el hombre sin regenerar no puede realizar actos buenos aceptables delante de Dios— con otro asunto, completamente diferente: la posibilidad de "dejarse salvar" sobre la base de la obra de Cristo y por la operación del Espíritu de Dios. El deseo de ser salvo, el arrepentimiento y la fe no son obras nivirtudes: constituyen, simplemente, la actitud del pecador que, a la luz de la Palabra de Dios y bajo la acción de su Espíritu Santo, ve su peligro e invoca a Dios para ser salvo (Romanos 10:11-13). ¿Quién pensaría, ni por un momento, que hubiera algún mérito o virtud en un hombre que, ahogándose, anhelara la intervención de la tripulación del bote salvavidas que le pueda poner a salvo?

El libre albedrío del hijo de Dios

Muy a menudo -aunque los teólogos calvinistas suelen admitir la cooperación del creyente en la obra de la santificación-. Se cita Filipenses 2:13 para "probar" que sólo Dios puede producir el "querer" en el corazón del hombre. El hermoso texto reza: "Porque Dios es el que obra en vosotros así el querer como el obrar respecto a su buena voluntad", y se dirige a los creyentes que han de "ocuparse en su salvación con temor y temblor". Por lo tanto, nada tiene que ver con la cuestión que acabamos de estudiar, sobre si el hombre caído puede desear la salvación. El creyente, al entregarse a Cristo, le entrega idealmente toda su voluntad, y vuelve a moverse en la órbita de la voluntad divina, dentro de la debida jerarquía restablecida en Cristo (1 Corintios 3:21-23). Al mismo tiempo, la "carne" queda en él, bien que "crucificada" desde el punto de vista divino, que debe ser el nuestro (Gálatas 5:24), y nos damos cuenta de que necesitamos el auxilio del Espíritu Santo para el inicio de todo buen deseo según la Palabra, que luego El transforma en obra. Otras Escrituras enseñan enfáticamente que la voluntad regenerada del creyente ha de colaborar con la del Espíritu, siendo preciso poner toda diligencia al añadir la virtud a la fe, el conocimiento a la virtud, etc. (2 Pedro 1:5-8), equilibrándose la obra esencial del Espíritu con la máxima responsabilidad del hijo de Dios.

La soberanía de dios y el libre albedrío humano

El pensamiento del hombre se ha condicionado por su experiencia en este mundo, donde tantas veces se ha comprobado la verdad del célebre dicho de Lord Acton: "El poder siempre tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente". Los sistemas democráticos se han desarrollado precisamente para conjurar los peligros del poder absoluto entregado en las manos de un solo hombre, e, inconscientemente, hemos llegado a postular siempre una pugna entre la voluntad del poder absoluto y la voluntad de quienes tienen que someterse a ella. Por eso, el hombre natural odia el pensamiento de la soberanía de Dios, mientras que el calvinismo, reaccionan anular el libre albedrío humano. Casi todos los expositores subrayan el problema intelectual de reconciliar la operación de la voluntad soberana de Dios con la libertad de acción del hombre y muchos hablan de dos líneas paralelas de revelación: la soberanía divina y la responsabilidad humana que sólo se encuentran y se resuelven en la eternidad. Más vale eso que el sistema "lógico" que tiene por centro la "voluntad desnuda" de Dios, con las consecuencias que hemos visto. Pero gran parte del conflicto intelectual se resuelve si nos acordamos del sencillo axioma: "Dios en su soberanía creó al hombre en su libertad19. En otras palabras, si el hombre es libre para "querer" es porque Dios lo quiere así, de modo que este "querer" del hombre en manera alguna vulnera el principio primordial de la soberanía de Dios. Incidental-mente hemos notado los mismos postulados al hablar de la personalidad del hombre, que deja de ser personalidad si se le priva del libre albedrío, y Dios, que es el Creador de esta personalidad, no quiere destrozarla anulando su responsabilidad moral. Ya hemos insinuado que do en contra del humanismo. Es u no podemos aceptar el juego de palabras que deja al hombre caído con su libre albedrío moral y psicológico, para luego anularlo teológicamente, donde menos problema existe, tratándose de la posibilidad de que el ser humano perdido se dé cuenta —a la luz de la verdad y por el auxilio del Espíritu Santo— de su perdición para clamar a Dios "quien es rico para con todos los que le invocan".

El Dr. Wilbur F. Tillet, al escribir sobre la providencia y el libre albedrío humano, expresa conceptos muy claros acerca de esta cuestión: "El problema de la providencia divina llega a su última expresión, no en su relación con las leyes de la naturaleza física, sino en aquella fase que tiene que ver con las obras de Dios frente a agentes morales: aquellas criaturas que pueden actuar en contra de su voluntad, y, en efecto, obran así con frecuencia. Dios gobierna en el mundo de los hombres de la manera en que un padre lo hace en relación con sus hijos en el hogar; o como un rey frente a sus subditos libres. En manera alguna los controla n ejemplo como el operario su máquina o el hipnotizador a sus víctimas. El padre de familia o el soberano de la nación pueden obrar según su beneplácito dentro de ciertos límites. La voluntad de Dios es infinitamente más importante y de El se escribe: "Hace conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra, y no hay quien pueda detener su mano, ni decirle: ¿Qué haces Tú" (Daniel 4:35). El establece a uno y humilla al otro, pero, con todo, aun Dios obra dentro de ciertos límites, y es evidente que se limitó a sí mismo al crear agentes libres. Si se tratara sólo de potencia, Dios podría determinar las voliciones del hombre y poner sus acciones bajo una necesidad anterior, pero lo lograría sólo al coste de convertir al hombre en una especie de máquina racional, destruyendo su verdadera libertad. Pero con voz unánime las Escrituras, la razón y la consciencia declaran que el hombre es un ser moralmente libre, agente y no sólo un objeto sujeto a una agencia. Por lo tanto, el gobierno providencial de Dios en la esfera de los hombres se basa sobre su libertad como seres racionales y morales, y consiste en una administración y una guía frente a los asuntos humanos por medio del Espíritu Santo, de tal naturaleza que anime a agentes morales libres a practicar la virtud y a apartarse del pecado. Por ende, la providencia divina obra por necesidad sobre dos clases de voluntad: la que se somete a su gracia y la que se opone a ella.

La providencia  divina en relación con el libre albedrío pecaminoso

"La providencia de Dios encuentra no sólo voluntades sumisas, sino también otras rebeldes. Pero no hay uniformidad en el espíritu de rebeldía de los inconversos, y es cierto que la providencia y la gracia especial de Dios a favor del individuo antedatan a menudo el momento en que abandona el pecado para aceptar a Cristo como su Salvador personal, como es evidente en todo estudio de biografía cristiana... ¿No será igualmente verdad, dentro de todas las probabilidades, que el Espíritu Santo y la buena providencia de Dios actuaban favor de otros pecadores que persistían hasta el fin en su rebelión frente a Dios? Tal es el poder de la agencia moral y libre con la cual Dios ha investido al hombre que el agente, creado libre, puede derrotar el plan del amor infinito para su vida y frustrar las operaciones de la providencia (Jeremias. cap. 18). Depende del libre albedrío del agente moral libre que se permita o no en su caso el cumplimiento de los planes providenciales de Dios. Se hace constar en cuanto al Cristo de Dios que no podría hacer muchas obras poderosas en cierta ciudad a causa de la incredulidad y oposición de sus habitantes. De igual forma la providencia divina se condiciona y se limita por el libre albedrío pecaminoso.

"Es evidente a todo estudiante de la Biblia que los escritores sagrados no consideran la existencia del mal como una objeción válida a la doctrina de la providencia divina. De hecho la providencia logra sus fines más saludables y benéficos precisamente volviendo en bien lo que se considera como mal en el mundo. Es fácil demostrar que, en las manos de Dios, el mal natural y físico (la pobreza, la enfermedad, los sufrimientos, etc.) llega a ser una de las agencias más poderosas para restringir y corregir el mal moral y para procurar el bien espiritual y moral de los hombres caídos y pecaminosos. La responsabilidad por el mal moral (el pecado) que existe en el mundo recae enteramente sobre el agente moral y libre. Dios no podía impedir que pecara el agente moralmente libre sino dejando de crearlo, o, alternativamente, sujetando su voluntad a una fuerza divina irresistible. Pero este último método de control equivale virtualmente a la destrucción de toda verdadera libertad. Tal control haría imposible en aprovecha el mal para otros fines dentro del plan divino.)

"Es evidente a todo estudiante de la Biblia que los escritores sagrados no consideran la existencia del mal como una objeción válida a la doctrina de la providencia divina. De hecho la providencia logra sus fines más saludables y benéficos precisamente volviendo en bien lo que se considera como mal en el mundo. Es fácil demostrar que, en las manos de Dios, el mal natural y físico (la pobreza, la enfermedad, los sufrimientos, etc.) llega a ser una de las agencias más poderosas para restringir y corregir el mal moral y para procurar el bien espiritual y moral de los hombres caídos y pecaminosos. La responsabilidad por el mal moral (el pecado) que existe en el mundo recae enteramente sobre el agente moral y libre. Dios no podía impedir que pecara el agente moralmente libre sino dejando de crearlo, o, alternativamente, sujetando su voluntad a una fuerza divina irresistible. Pero este último método de control equivale virtualmente a la destrucción de toda verdadera libertad. Tal control haría imposible en aprovecha el mal para otros fines dentro del plan divino.)

"Es evidente a todo estudiante de la Biblia que los escritores sagrados no consideran la existencia del mal como una objeción válida a la doctrina de la providencia divina. De hecho la providencia logra sus fines más saludables y benéficos precisamente volviendo en bien lo que se considera como mal en el mundo. Es fácil demostrar que, en las manos de Dios, el mal natural y físico (la pobreza, la enfermedad, los sufrimientos, etc.) llega a ser una de las agencias más poderosas para restringir y corregir el mal moral y para procurar el bien espiritual y moral de los hombres caídos y pecaminosos. La responsabilidad por el mal moral (el pecado) que existe en el mundo recae enteramente sobre el agente moral y libre. Dios no podía impedir que pecara el agente moralmente libre sino dejando de crearlo, o, alternativamente, sujetando su voluntad a una fuerza divina irresistible. Pero este último método de control equivale virtualmente a la destrucción de toda verdadera libertad. Tal control haría imposible en.

Hno. Gabriel Contreras.

Errores del calvinismo frente a las escrituras - 1. La eleccion

La Elección

Es la benevolencia gratuita y amorosa con que Dios se relaciona con la humanidad y por la que realiza un proyecto salvífico, ordenado a hacer a los hombres partícipes de su propia vida, justificándolos por medio de Cristo en el Espíritu y glorificándolos. Puede definirse también como el maravilloso designio divino en favor del "hombre concreto, que en Jesucristo,  es llamado, justificado, santificado y glorificado por Dios» (M, Lohrer): en este sentido, es justo afirmar que la elección es «la suma del Evangelio"  La elección, entendida como acción histórica con que Dios llama a Israel a la humanidad al pacto salvífico, tiene como antecedente la predestinación, es decir, una toma de posición en favor de y como punto final la glorificación eterna del hombre. La una y la otra, según Pablo, se realizan en Jesucristo (Efesios 1:4-5): la elección, además, está destinada a toda la humanidad ( primera Timoteo 2:4), El concilio de Quercy (853) recuerda que " Dios quiere que todos los hombres se salven, sin excepción ( primera Timoteo 2: 4), aunque no todos se salvan» (DS 623): esto significa que, si alguno no goza de la salvación, esto se debe a que algunos se sustraen de forma culpable y autónoma de la voluntad de Dios: " el hecho de que algunos se salven, es un don que Se les hace: el hecho de que algunos se pierdan, es por su culpa» (Ibíd,). De esta manera, mientras que se subraya la gratuidad de la elección divina y la primacía absoluta de la gracia, se rechaza una visión de la predestinación como división arbitraria de la humanidad en dos grupos: los que se salvan y los que se condenan (teoría de la doble predestinación).
En la comprensión del misterio de la elección, no hay que caer en las redes del individualismo "¿por qué el uno se salva y el otro no? »): la elección se refiere a la comunidad de Israel, a la comunidad eclesial. a la comunidad humana. Ni hay que caer en el abstractismo metafísico, olvidándose de que el Dios que elige es el Padre que envió al Hijo y al Espíritu para que el mundo se salve. Además, al reflexionar en la elección, hay que evitar también toda forma de pelagianismo y de semipelagianismo, insistiendo en la absoluta gratuidad de la elección misma.
La elección por parte de Dios tiene una dimensión protológica, en el sentido de que antes de su actuación concreta en y por Jesucristo en favor de la humanidad, supone la eterna voluntad benéfica del Padre: en este sentido, es posible entender la elección como predestinación eterna, es decir, por parte del Eterno, en relación con la historia.

La elección tiene además una dimensión escatológica, en el sentido de que indica el destino al que Dios llama al hombre. La protología y la escatología de la elección estimulan la fe en el proyecto y la bondad de Dios y la esperanza en la realización cierta de su designio; al mismo tiempo, la elección provoca al creyente y a la comunidad al amor y al compromiso personal, como respuesta a la llamada de Dios. El destinatario de la elección es la comunidad (Efesios 1:4-6); la Iglesia es la unidad de los que han sido «elegidos según la presciencia de Dios Padre, para obedecer a Jesucristo y para ser rociados con su sangre» (primera pédro 1:1-2). Lo mismo que Israel es el pueblo elegido por Dios para que sea en la historia "luz" para los pueblos, también la Iglesia es elegida en Cristo, por pura gracia de Dios, para que sea a su vez en el mundo signo e instrumento del amor divino. Esto significa, entre otras cosas, que la elección no puede ser considerada como una propiedad o una posesión; por eso, mientras que hay que desechar toda presunción de haber sido elegidos por los propios méritos. o bien de haber sido de alguna manera "conducidos a tal salvación", aun sin una adhesión al provecto de Dios. hay que eliminar al mismo tiempo toda forma de desesperación, ya que Dios es fiel y no falta a las promesas de su amor. Además, la comunidad que experimenta la elección tiene que saber que no está libre de tentaciones: "la elección tiene un carácter de lucha (...). se mueve en el terreno de la tensión entre la fe y la infidelidad» (M. LOhrer). Aun albergando la certeza de la elección, los creyentes tendrán que desterrar siempre 1 a falsa seguridad, ser vigilantes respecto a las propias traiciones contra la bondad divina; y cuando hayan sido fieles, tendrán que doblar las rodillas y dar alabanza a Dios, que permite a sus hijos responder santamente a su llamada.

Hno. Gabriel Contreras.


Iglesia Congregada Al Nombre Del Señor Jesucristo - Valledupar (Cesar)


Los hermanos de esta asamblea piden oración para que el Señor provea recursos para  terminar la construcción del local, ya que las altas temperaturas incomodan las reuniones. Como se pueden observar en las fotos la necesidad  es terminar el resto de placa.